SALMO 52

domingo, 21 de febrero de 2016







¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso?
La misericordia de Dios es continua.
Agravios maquina tu lengua;
Como navaja afilada hace engaño.
Amaste el mal más que el bien,
La mentira más que la verdad. Selah
Has amado toda suerte de palabras perniciosas,
Engañosa lengua.
Por tanto, Dios te destruirá para siempre;
Te asolará y te arrancará de tu morada,
Y te desarraigará de la tierra de los vivientes. Selah
Verán los justos, y temerán;
Se reirán de él, diciendo:
He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza,
Sino que confió en la multitud de sus riquezas,
Y se mantuvo en su maldad.
Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios;
En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.

Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así;
Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.


Aquí vemos a un hombre jactándose de su pecado. Cuando David pecó, él guardó silencio porque se encontraba bajo una profunda convicción. Pero cuando el hombre del mundo peca, lo disfruta y se jacta de ello. La señal que identificará al Anticristo que él presumirá de su pecado. Esta es la diferencia que existe entre el hijo de Dios y aquel que está bajo la influencia del diablo. El hijo de Dios puede pecar como el hombre dominado por el sistema del mundo peca, porque ambos tienen la misma naturaleza, la vieja naturaleza. La diferencia es que el hombre de Dios no se jactará de su pecado, sino que inclinará su cabeza con vergüenza, se detestará a sí mismo por haberlo cometido. En cambio, el que aun está bajo el control de los valores de este mundo se jacta de lo que ha hecho. Y el llamado por la Biblia "hombre de pecado" será el paradigma de ese tipo de hombre. Y por ello, los seres humanos le amarán y seguirán. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario