No
dejes de recordarles esto. Adviertes delante de Dios que eviten las
discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes. Esfuérzate por
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que
interpreta rectamente la palabra de verdad. Evita las
palabrerías profanas, porque los que se dan a ellas se alejan cada vez más de
la vida piadosa, y
sus enseñanzas se extienden como gangrena. Entre ellos están Himeneo y Fileto, que se han
desviado de la verdad. Andan diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, y así
trastornan la fe de algunos. A pesar de
todo, el fundamento de Dios es sólido y se mantiene firme, pues está sellado
con esta inscripción: «El Señor conoce a los suyos», y esta otra: «Que se
aparte de la maldad todo el que invoca el nombre del Señor».
En una casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata sino
también de madera y de barro, unos para los usos más nobles y otros para los
usos más bajos. Si
alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para
el Señor y preparado para toda obra buena.
Huye de las malas pasiones de la juventud, y esmérate en seguir
la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un
corazón limpio. No
tengas nada que ver con discusiones necias y sin sentido, pues ya sabes que
terminan en pleitos.
Y
un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con
todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse.
Así,
humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les
conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se
despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos
a su voluntad.
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