ESTAR EN PAZ CON DIOS Y TU PROJIMO

jueves, 18 de febrero de 2016
Ama a tu prójimo fue, en parte, la respuesta de Jesús cuando los Fariseos, la secta religiosa dominante de entonces, le preguntó acerca del mayor mandamiento en la Ley Esos líderes religiosos habían hecho casi un arte de clasificar todas las diversas leyes y darles grados relativos de importancia.


 
Así que al hacerle a Jesús esta pregunta, su intención era el probarlo. Su respuesta los dejó atónitos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.' Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo.' De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. 



Jesús estaba resumiendo toda la ley en estas dos declaraciones. Si amamos al Señor Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, amar a nuestro prójimo es el resultado natural. La pregunta entonces es: ¿quién es nuestro prójimo? y ¿cómo lo amo? 





Examinemos quién dijo Jesús que era nuestro prójimo: Oísteis que fue dicho: 'Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.' Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen. (Mateo 5:43) 


¿Es nuestro vecino algo más que el tipo de al lado? ¿Podría él o ella ser alguien de nuestra comunidad? ¿o casi todo el mundo que conozco? ¿Podrían nuestros enemigos también ser nuestros prójimos? Jesús dice que sí. Pero, ¿cómo podemos amar a alguien que actúa con odio hacia nosotros? 





Cuando amamos a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, llegamos a reconocer que todo el mundo es parte de Su creación. ¿Estará todo el mundo en el cielo? No, pero no es porque Dios no quiera que ese sea el caso. Su Palabra nos dice que Dios desea que todos sean salvos (1ra de Timoteo 2:4). Así que está claro que Dios nos ve a todos como hijos potenciales. Debido a que Él vive fuera del tiempo y ha visto el final desde el principio, también sabe quién escogerá la salvación y quién no. Para nosotros, es allí cuando viene la fe. No nos incumbe saber quién lo escogerá a Él y quién no, pero estamos llamados a ser Sus testigos. A fin de cumplir ese llamado debemos amar a otros lo suficiente para desear su salvación así como Él lo hace.


 

He aquí las buenas noticias para aquellos que encuentran difícil esta enseñanza: ¡En ninguna parte dice que nos tiene que gustar nuestro prójimo!

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