Cuando estamos heridos, cuando nos sentimos solos, temerosos, y abrumados por las circunstancias que van más allá de nuestro control – rápidamente nos apartamos de la única fuente de paz y victoria, y buscamos maneras y recursos humanos.
¡Qué trágico! Sabemos que Dios está todavía en el trono esperando que lo llamemos. Sabemos que la respuesta a todas nuestras necesidades se encuentra sólo en Dios, cuando nos encerramos con él. Aún lo confesamos a nuestros amigos espirituales, “¡Yo sé que tengo que orar!
¡Sé que Dios tiene la respuesta! ¡Sé que necesito derramarlo todo ante su presencia!”
La peor clase de desánimo es entregarnos al miedo y desesperación mientras ignoramos la majestuosidad y fidelidad de un amoroso Padre. Dios le dijo a Israel, “…Os he hablado desde el cielo…en todo lugar donde yo haga que se recuerde mi nombre, vendré a ti y te bendeciré” (Éxodo 20:22, 24). Pero Israel respondió, “Dios se ha olvidado (de ser misericordioso)” (Salmo 10:11). “Pero Sión ha dicho: Me dejó Jehová, el Señor se olvidó de mí” (Isaías 49:14).
¿Es usted un cristiano desanimado? Usted lo es, si ignora las majestuosas promesas del Señor y duda que Dios hace lo que Él dice. Él ha prometido, “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidaré de ti! He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Isaías 49:15-16)
Usted estará deprimido si continúa llevando cargas innecesarias de culpabilidad, temor, soledad, ansiedad, e inquietud, simplemente porque usted rehúsa descansar en las grandes y preciadas promesas del Señor. Dios no se está burlando de sus hijos cuando les promete, “Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Dios no está mintiendo cuando promete, “Los ojos de Jehová están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos…Claman los justos y Jehová oye y los libra de todas sus angustias” (Salmo 34:15 y 17).
No nos impacientemos actuando de acuerdo a nuestros sentimientos. Cuando nos metemos en problemas y clamamos a Dios por misericordia y ayuda, todo el cielo se moviliza en beneficio nuestro. Si el Señor nos dejase ver en el mundo espiritual para contemplar las cosas buenas que él está preparando para aquellos que claman a él y confían en él, sería un espectáculo increíble para nuestros ojos.
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